Un ingeniero paisajista y gastador

Los economistas que hablan en nombre de Mauricio Macri suelen criticar en duros términos la política económica del gobierno nacional por sus inconsistencias macroeconómicas. Entre sus críticas preferidas están el excesivo gasto público y la fuerte presión tributaria sobre la población y la producción.

Es curioso, estas mismas críticas alcanzan también para la política económica llevada adelante por el gobierno del Pro en la Ciudad, en estos 8 años de gestión. Repasemos un poco los números.

Crecimiento del Gasto. Desde el 2007 el gasto público en la Ciudad de Buenos Aires viene creciendo en términos constantes, con magros resultados sobre la gestión en lo que se refiere a inclusión social, vivienda, seguridad, educación pública y salud pública. No olvidemos que ¡la mortalidad infantil aumentó en la Ciudad en estos 8 años! Incluso existe una brecha importante entre los índices del sur y del norte porteños.

Comparación interesante: medido por empleado público (o sea, el total gastado dividido el total de empleados públicos del distrito), en 2014 se gastó un 14% más que en 2007 a precios constantes. Medido por ciudadano, ¡el aumento fue de un 42%! Este dato es relevante a la hora de evaluar qué se hizo con ese dinero extra.

Este aumento del gasto hizo que todos los años (excepto el 2010) cerraran con déficit primario (ingresos menos egresos sin contabilizar los pagos de intereses de la deuda pública), lo que explica en buena medida el crecimiento de la deuda pública como forma de cubrir el agujero fiscal. En lo que hace al resultado financiero (gasto más deuda), también fue deficitario (el 2010 fue nuevamente la excepción, cerrando en 0). En 2014 el rojo alcanzó los -$ 1.639 millones.

Perfil del Gasto. Este punto quizás sea más relevante que el anterior, porque permite discriminar en qué se gastó la plata. Muy esquemáticamente, se puede dividir el gasto total en gasto corriente y en gasto de capital. El primero se refiere al gasto que hace al normal desenvolvimiento de la administración pública, incluido salarios. El segundo hace referencia a lo que invierte el Estado en infraestructura pública. A su vez, dentro del gasto corriente podemos diferenciar lo que es gasto en personal de los otros gastos. De esta manera podemos ver qué tanto incidió el aumento de salarios, o incluso de personal, en el aumento del gasto corriente. Pero vayamos por partes.

Medidos en relación al Producto Bruto Geográfico (PBG, el equivalente provincial del PBI), en 2007 el gasto corriente representaba 4,6%; en 2014, trepó al 6,8%. Por su parte, el gasto de capital se mantuvo en torno al 1% en todos los años, aumentando en 2013 a 1,6%. O sea, el gasto corriente aumentó más que el gasto de capital en relación al PBG. En castellano básico: el crecimiento del gasto no se justifica por el aumento de la inversión pública.

Un agravante: en 2007 la Ciudad destinaba el 51% de sus ingresos al pago de salarios, mientras que en 2014 ese porcentaje se redujo al 45%. Esa disponibilidad adicional de recursos se utilizó para gastos corrientes.

Presión Tributaria. La presión tributaria sobre la población aumentó fuertemente en estos años, llegando al 8,2% del PBG. En 2007, esa presión estaba en torno al 5% del PBG. ¡Tres puntos de aumento! No es un buen antecedente para alguien que supuestamente defiende una reducción de impuestos a nivel nacional, no? Para decirlo en términos Pro, todos los años Mauricio Macri nos metió la mano en los bolsillos para quedarse con una parte cada vez mayor de nuestros ingresos. Dicho en términos más rudimentarios, si en 2007 teníamos un ingreso de $ 100, el gobierno se quedaba con $ 5. Pongamos que en 2014, nuestro ingreso se hubiera mantenido invariable, él nos sacaba $ 8, ¡3 pesos más!

Este aumento en la presión tributaria fue acompañado de una ampliación del universo de empresas (de los sectores más favorecidos por el modelo económico) exceptuadas del pago de impuestos a partir de la proliferación de polos industriales. Así como de la decisión de no cobrarle impuestos tanto al juego como a la especulación financiera.

Endeudamiento. En 8 años la deuda de la Ciudad, medida en dólares, se incrementó 4,12 veces: en 2007 ascendía a U$D 571 y a marzo de 2015 llegó a U$D 2.357. Esto trajo aparejado un aumento también de los servicios (intereses) de la deuda que se deben honrar todos los años. Medidos en comparación con los gastos en servicios sociales, los intereses pasaron de representar el 1,9 al 4,3.

A esto hay que agregar, las pérdidas de dinero, constante y sonante, por los malos manejos en la colocación de deuda atada a la evolución del tipo de cambio por la que optó Macri para financiarse. Un caso: según una denuncia del ex legislador Martín Hourest (GEN), la colocación que realizó el gobierno en enero de 2014, en el medio de la devaluación llevada adelante por la dupla Kicillof-Fábrega, implicó una pérdida para el Tesoro de $ 120 millones e igual beneficio para los privados que compraron esos bonos emitidos por la Ciudad.

Fin. Se nos podrá decir que así y todo las cuentas de la Ciudad están en un equilibrio razonable. Y en términos técnicos, no dudo de que sea así. Sin embargo, en términos concretos lo que reflejan los números es que el discurso económico del PRO está disociado de lo que hacen. Han gastado todo lo que pudieron y más. No han sido buenos administradores del dinero público. Y lo que es peor, no aprovecharon la magnífica e inédita disponibilidad de recursos para hacer un salto de calidad y mejorar notablemente la infraestructura pública y social. Priorizaron el embellecimiento superficial por sobre el sustantivo. Como ha explicado muy bien Beatriz Sarlo acá, Mauricio Macri como jefe de gobierno ha sido un buen ingeniero paisajista. Y como podemos ver en este breve punteo, también ha sido un buen ingeniero gastador.

(Esta nota fue publicada en el portal www.nuevaciudad.info el 29/05/2015).