Son muchas las especulaciones que se hacen sobre lo que puede suceder en las elecciones de este año. Es comprensible: estamos ante un año electoral inédito en la política argentina en varios sentidos. Por primera vez en 34 años de democracia plena un gobierno no peronista liderado por un huérfano de la política (Torre) y no por un radical se enfrenta a una elección de medio término, contra un peronismo que sigue siendo potente electoralmente, pero que carece de un liderazgo unificador y que no gobierna ningún distrito con impacto en el escenario nacional.

Para calmar la ansiedad realizamos una simulación sobre cómo quedaría conformada la Cámara de Diputados de la Nación si se repitieran los resultados electorales de 2015 (PASO y generales).

Tres razones nos llevaron a hacerlo: 1. Es el único antecedente sobre el desempeño electoral de Cambiemos; 2. Aunque con algunos realineamientos, se repetirán los tres principales competidores nacionales de aquella elección: Cambiemos, PJ-FPV y UNA; 3. Es un marco de referencia.

El resultado general se observa en el siguiente cuadro:

Ahora bien, algunas consideraciones merecen resaltarse.

Buenos Aires es nuevamente la provincia de todas las batallas. En cualquier hipótesis Cambiemos va a salir de estas elecciones con una mayor representación. Ahora, para ganar no debería bajar del porcentaje obtenido por su lista de diputados en las generales (33,75%) y estar lo más cerca posible del que obtuvo María Eugenia Vidal (39,42%).

Si el peronismo se mantiene unido, tiene buenas chances de ganar. En 22 años de elecciones ininterrumpidas, el porcentaje más bajo que obtuvo en esta provincia fue 32%, un piso interesante para enfrentar una elección en la que tres actores aparecen en buenas condiciones de disputar la voluntad popular.

UNA perdería un tercio de las bancas que pone en juego aquí. De cualquier manera, tres hechos contribuyen a pensar que podría llegar a evitarlo: primero, se trata de elecciones legislativas en las que el electorado suele ser menos proclive a la polarización; segundo, su posicionamiento como oposición constructiva, con iniciativas que tensionaron a las otras partes, le ha permitido mantenerse en los primeros planos del debate político como una opción competitiva; tercero, su acuerdo con Margarita Stolbizer, referente de Progresistas, le permite mostrar amplitud y crecimiento, dos cualidades que suelen ser valoradas por el electorado.

Un dato interesante para observar es un posible cambio en la correlación de fuerzas hacia el interior de Cambiemos. De las 40 bancas que renuevan, 22 corresponden a la UCR; 13, al PRO; 3, a la Coalición Cívica y 2, a otros partidos. Todo indicaría que esa correlación se alteraría en favor del PRO, tal como sucedió en 2015.

En ocho distritos también se elegirán representantes al Senado de la Nación. Sin embargo, no extendimos el ejercicio a esta categoría por no resultarnos consistente. Aun así, la dinámica (de mayoría y minoría) que plantea la elección en esta categoría, combinada con el mecanismo de las PASO (que hace que el proceso electoral, incluso en elecciones legislativas, funcione casi como un sistema de doble vuelta), podría influir en los resultados aquí expuestos para estos distritos, particularmente en Buenos Aires.

En las nueve elecciones legislativas que se llevaron a cabo entre 1985 y 2013, sólo cinco distritos (la Ciudad y la provincia de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y Santa Fe) distribuyeron las bancas en juego entre más de dos fuerzas políticas, la mayoría de las veces.

En resumen: el Congreso que surge de esta simulación no sería muy diferente al que tenemos. El Gobierno seguiría en minoría y su capacidad de sacar leyes quedaría asociada a las divisiones que se produzcan en la oposición, particularmente en el peronismo.

 

Nota de opinión publicada en www.infobae.com